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domingo, 29 de abril de 2012

Cuento del sábado noche

Puestos a compararse uno consigo mismo años atrás, podría decir que la fiebre del sábado noche (y del viernes y del jueves a veces) ha dado paso a la placidez del relato nocturno encaminado al descanso de los hijos (y a la postre, para qué nos vamos a engañar, de los padres). Con esto, uno, al igual que en la termodinámica, no se crea ni se destruye, tan sólo se transforma. Y de qué modo. Dado que por cuestiones laborales no puedo dormirlos con cuentos entre semana, lo hago sin excusas los fines de semana y en periodos vacacionales. Lo hago porque me gusta y, especialmente, porque me lo reclaman, lo cual resulta reconfortante porque es como deberse uno a su público, y eso siempre anima a continuar sobre el escenario.
       Y algo reseñable: me da la impresión de que se obtiene más éxito cuando el cuento es narrado que cuando es leído, quizás porque la primera opción lleva consigo menos aparataje -que en mi caso incluye ya las gafas y una luz decente- y de ese modo puede centrarse uno más en la teatralidad y en abrazarlos. Si lo científicos confirman esta hipótesis, será inevitable refrescar el recuerdo de los cuentos de la propia infancia, aprender de memoria unos cuantos o, mi opción preferida, inventarlos a vuelapluma, algo que quizás retraiga a muchos y espante a otros, pero que, por mi experiencia, puedo decir que no es nada difícil porque las posibilidades son tantas como el dar vuelo a la imaginación. La única condición es la de no desbarrar, porque se percatan enseguida de que estás diciendo incoherencias o delirando, cosa que suele ocurrir cuando te duermes escuchándote a ti mismo mientras hablas.
       Para que veáis que no hace falta ser los hermanos Grimm o Perrault para regalar el oído de un peque, ahí va el cuento que ha conducido esta noche a J. (4,5 años) y H. (23 meses) a los brazos de Morfeo y que a buen seguro no figurará en ninguna antología del cuento infantil ni del relato edificante:

       (Nombre del niño 1) y (nombre del niño 2) eran dos hermanitos, de 4 y 2 años, que un buen día decidieron que iban a pasear solos a su perrito, que se llamaba Guauguau. Así que, ni cortos ni perezosos, y sin decírselo a sus papás, se encaminaron hacia un parque para jugar todos juntos. Pero hete aquí que, al soltarlo cuando llegaron, Guauguau se escapó corriendo y brincando, y los dos niños salieron detrás para alcanzarlo, pero Guauguau corría tanto que lo perdieron de vista. Asustados, miraron debajo de las piedras, encima de los árboles, detrás de los bancos... pero nada, el perrito no aparecía.
       Cuando ya se daban por vencidos, observaron que un niño mayor, de por lo menos 7 años, tenía en brazos un animalito muy parecido a Guaguau, así que se acercaron hasta él y, !bien!, allí estaba, era él. Los dos niños y el perrito saltaron de alegría al volverse a encontrar, pero enseguida se dieron cuenta de que no iba a ser fácil recuperarlo: aquel niñazo tenía cara de malo y no parecía alegrarse como ellos.
       -Hola, ¿nos devuelves a nuestro perrito? -le preguntó el mayor de los hermanitos.
       -¿Y yo cómo sé que es vuestro? -respondió el niño, aún con cara de más malo.
       -Por lo contento que se ha puesto al vernos -contestó (nombre del hermano mayor).
       -Pues por muy contento que se haya puesto no voy a devolvéroslo, porque me lo he encontrado yo y a partir de ahora es mío y sólo mío -replicó el malote.
       Los dos hermanitos se miraron uno al otro y parecieron entenderse: aprovechando que el niñote tenía cogido a Guauguau con las dos manos, (nombre del hermano mayor) se abalanzó contra aquél y le propinó un cachete que lo dejó turulato, mientras que (nombre del hermano menor) le daba un mordisco en el muslo con sus dientecillos recién estrenados y el perrito le arreaba un lametón en los ojos que lo dejaba ciego por unos minutos y le daba oportunidad de escapar, lo que aprovecharon los tres para salir pitando y regresar finalmente sanos y salvos a casa, donde, por cierto, recibieron una buena reprimenda por haberse marchado al parque solos y sin habérselo dicho a sus papás, algo que prometieron que no volvería a ocurrir.
      
        Y tal que así el bebé se había dormido, mecido por el susurro, antes de acabar y el mediano hizo lo propio sin poner una sola pega nada más escuchar el colorín colorado.

      
     

19 comentarios:

  1. Me siento identificada y es muy interesante lo que cuentas. Espero con impaciencia otra tribulación. Enhorabuena

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  2. Sigue asi. A mi de pequeña mis padres nunca me han contado cuentos, quiza porque cuando llegaban a casa despues de su trabajo en el campo no estaban para cuentos (cosa que yo entendia perfectamente) jamás les reclame que me contaran un cuento..pero alguien si me contaba cuentos...era la radio, no recuerdo que dia o la hora pero unos dias en concreto de la semana, tampoco recuerdo la emisora porque yo era pequeña contaban cuentos. Yo escuchaba aquella voz radiofonica que gracias a ella me hizó entrar en un bosque encantado,vajar al fondo del mar, conocer la selva y llegar hasta la luna. No hay nada mejor que te cuenten un cuento y dejarte llevar por todas esas palabras que te llevan a un mundo fascinante.

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    1. Montserrat, me encanta tu comentario, y sobre todo ese final de "dejarte llevar por todas esas palabras que te llevan a un mundo fascinante". Qué gran definición.

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  3. Vas por muy buen camino, enhorabuena. Un abrazo

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  4. Hola Joaquín, efectivamente inventar historias donde además ellos sean siempre los protagonistas les encanta y te aseguro por experiencia que cuando se hacen mayores, no olvidan.Me alegra mucho que cuides tanto de tus hijos, porque ellos y los de todos, son nuestro futuro más real y prometedor.
    Un fuerte abrazo!
    Elena Domínguez

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  5. Dulces reminiscencias de aquellos gratos momentos y de posterior satisfacción y felicidad al ver a esos angelitos placidamente durmiendo, gracias al regalo que le has podido brindar. Yo, como tu, siempre he sido partidaria de la narración, mas que de la lectura, ya que te permite interactuar de forma mas natural y espontánea ( teatralidad) junto a la posibilidad de compartir comportamientos de amor y de cariño. Para los niños suelen ser momentos mágicos cargados de seguridad, de afecto y de vinculación con una persona importante en sus vidas. Enhorabuena¡¡¡¡

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    1. Gracias por tu bello comentario. Uno de los mejores recuerdos de mi infancia es el de los cuentos que me contaba mi abuela materna, por los que le estoy eternamente agradecido.

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  6. Hola, Ximo,

    BPareix que tens més futur (i present) com a narrador per a gent gran i menuda que com a crític musical per a gent menuda.

    Gràcies per compartir les teues paraules!
    Jordi, VLC/BCN

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    1. En estas cosas, como en tantas otras, nos movemos por ensayo y error, y me temo que efectivamente fue un error pretender que la pobre criatura se tragara un concierto sinfónico, aunque fuera con marimba. Un abrazo, Jordi.

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  7. Qué bueno, con blogs así te sientes menos rara.

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  8. Tus palabras me han sacado la sonrisa q no me sacaban los cuentos nocturnos... En este aspecto, envidio a tus hijos... Adelante! Ya espero tu siguiente entrada ;-)

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    1. Eso suena la mar de bien y espero mantener el nivel. Gracias.

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  9. Es muy simpático el modo que tenés de adentrarnos en el cuento, propiamente dicho. Luego el mismo cuento (como dice el anterior comentario) nos saca una sonrisa. Hay mucha ternura en el texto.
    Y agrego, como respuesta a la pregunta que te haces en tu perfil: ¡lo haces muy bien!
    Un abrazo desde Ciudad de Buenos Aires

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    1. Muchas gracias, Susana, por tu comentario, que me anima a seguir adelante.

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